Creo, con Carrió, que hay una "tentación hegemónica" en Kirchner. No creo, sin embargo, que sea diferente de sus antecesores excepto en el caso de de la Rua a quien creo incapaz de tentación alguna.
En lo que hace a la prensa, se aplica el caso de "más papista que el papa" o simplemente "oficialismo". El caso de Zaffaroni es un buen ejemplo. Resulta que la inconducta fiscal de Zaffaroni es excusable simplemente porque "no hubo intención" (¿cómo lo saben?) o porque no hubo "maliciosidad" (idem) o tantos otros eufemismos. La Carrió opinó en contra ex post facto cuando todos creíamos que apoyaba a Zaffaroni (por suerte me importaba un rabanito).
Zaffaroni se justificó de varias maneras. Para Jorge Yoma porque es "el jurista más prestigioso de América Latina" (¿no será mucho Yoma?) y porque "aporta un penalista a la Corte Suprema". Yoma incluso tuvo que comerse que Jacobo Grossman -socio de Zaffaroni- fuera el secuestrador de familiares directos suyos. Yoma dijo inclusive que Grossman era un ejemplo del sistema penal y el sistema democrático argentino porque se había rehabilitado y había estudiado en prisión llegando a ser abogado. Shoklender también. Firmenich se recibió de economista y al igual que Grossman fue indultado. Yoma da pena. Cafiero fue más sincero -los años no vienen solos- y confesó que se trataba de no cuestionar la autoridad del presidente y poner en riesgo la gobernabilidad.
En general, el periodismo progresista -excepción hecha de "Periodistas"- no hizo lugar a la inconducta fiscal de Zaffaroni y mucho menos a su socio ex-secuestrador (aquí la excepción fue Infobae). Cuando hizo lugar, tendió a justificarlo.
A donde hemos llegado no es lo grave. Lo grave es a donde todo esto sugiere que vamos.