Parecería que los grandes debates sobre un tema importante para la humanidad se dan en tiempos de crisis. Así, algunos de los pensamientos más interesantes sobre la democracia moderna surgieron en la Europa de entreguerras, justo cuando sobre ésta estaba por caer uno de los períodos más oscuros de su historia. Entre los que luchaban para evitarlo estaba Tomáš Masaryk, fundador de Checoslovaquia y su presidente entre 1918 y 1935 del que dicen que dijo alguna vez "... la democracia es discusión. Pero una discusión fructífera supone que los que discuten se tienen confianza mutua y están dispuestos a buscar la verdad de forma franca y honesta". De alguna forma, supone que una democracia plena no se da solo por el hecho de votar libremente, sino que se realiza de verdad por medio del debate y la negociación entre gente que trata de entenderse y se respeta mutuamente y a la que le importa más encontrar los intereses en común que imponer su visión sobre las cosas.
De ahí sale esta idea más moderna de la democracia deliberativa a la que entiendo adhiere Roberto Gargarella en un artículo que ha sido bastante discutido el último tiempo sin que yo haya tenido el tiempo suficiente como para inmiscuirme. Hasta ahora.
En una sociedad hay democracia deliberativa cuando se gobierna por las decisiones que toman sus miembros a través del debate público. Aunque deseable, no hace falta que todo el mundo participe en el debate y, así, la deliberación es perfectamente compatible con una democracia representativa como la que establece nuestra Constitución, aunque para mí – que solamente soy economista – ésta no lo exprese explícitamente del modo que hoy lo entienden los politólogos modernos. Juntando lo que dicen los art. 1 y 22, se puede suponer que la deliberación se da en el Congreso. Según el art. 75, todos los temas importantes del universo se deberían discutir en el Congreso en propuestas de ley presentadas por las dos cámaras, el poder ejecutivo o hasta, según el art. 39, por los ciudadanos.
Pero ¿qué quiere decir deliberativo exactamente? Cuando un grupo de personas no está de acuerdo en algo, se puede elegir entre varios métodos para resolver el conflicto. El más conocido es votar y elegir la solución que tenga más votos, otro puede ser encontrar una solución en el medio, un compromiso de esos que le dan un poco a unos, le sacan otro poco a otros y no dejan contento del todo a nadie. Un tercero, por fin, es el de ponerse a discutir entre todos los pros y los contras de las diversas soluciones, poniendo sobre la mesa argumentos a favor para las soluciones que uno sostiene y en contra para las que a uno no le gustan tanto con el objetivo de convencer al otro, pero también dejando espacio para que a uno lo convenzan. Este tercero es el método deliberativo. En general, los sistemas políticos actuales usan un poco de los tres al mismo tiempo mientras dura todo el proceso de creación de las leyes, pero las democracias liberales, que le dan más peso al individuo que a la sociedad como un todo, privilegian la votación. Esto también sucede en países con sistemas bipartidarios. En las democracias parlamentarias con muchos partidos se tiende a usar más la negociación hasta llegar a soluciones de compromiso. El debate persuasivo que tiene como eje primordial el bien común suele ser parte del proceso, pero no necesariamente la parte central, en ninguno de los dos sistemas.
¿Es factible la democracia deliberativa en Argentina? Quién sabe. Entre las reflexiones de Churchill sobre la democracia a secas hay una que dice que no hay mejor argumento en contra que charlar 5 minutos con un ciudadano cualquiera – al que me imagino como algo así como un taxista porteño – aunque después concluya que si bien como método de gobierno no es perfecto hasta ahora no se ha encontrado nada mejor. Y con la deliberación esas dos reflexiones se hacen todavía más ciertas, porque si bien podría considerarse una forma superior a la democracia a la que estamos acostumbrados, supone por un lado ciudadanos racionales y bien informados sobre el tema que se discute y, por otro, que esos ciudadanos están dispuestos a dejar por un rato de sentirse el centro del universo, a reflexionar sobre lo que es mejor para la sociedad como un todo y a aceptar que puede haber otras razones que las que uno mismo sostiene.
¿Es factible que nuestros representantes deliberen? Quién sabe. Por lo pronto, la democracia deliberativa, más que instituciones democráticas, exige personas democráticas. No hay democracia sin demócratas. Esto es, personas formadas e informadas que sean capaces de dialogar, discutir, escuchar, debatir, negociar, convencer con argumentos propios tratando de aceptar los argumentos del otro y además que reconozcan que todos tenemos el mismo valor como ciudadanos aunque seamos más o menos educados. Y yo no sé si ése tipo de representantes no es un bien raro en los tiempos que corren.
Pero aunque poco factible, es legítimo imaginar que así sea. Así que nos deseo a todos un 2012 que nos acerque más al ideal de la democracia como deliberación entre iguales.
La definicion constitucional de 1853 es un compromiso precario entre las ideas democraticas y las ideas republicanas. En el siglo XIX, con un regimen electoral sumamente restringido (que usualmente admitía como votantes solo a los varones alfabetizados, y en muchos países les exigía además tener una propiedad inmueble), el principal temor de los padres fundadores (en EEUU, en Francia y en otros sitios) era el temor de que "las turbas" se adueñaran del gobierno ("mob rule" era el término usado en inglés). La democracia directa, que imaginaba decisiones tomadas por una multitud vociferante en una plaza pública, era muy temida.
ResponderBorrarOtro compromiso de 1853 es entre presidencialismo y federalismo, siguiendo en esto el modelo norteamericano que surge directamente de las discusiones de The Federalist. La delegación de poder al gobierno central, en el caso argentino, fue mucho más fuerte que en EEUU, por las ideas de Alberdi sobre la psicología criolla, y para frenar los caudillismos provinciales. Solo quedó, como factor de balance, el Colegio Electoral para elegir al presidente (donde las provincias chicas estaban sobre-representadas y las grandes sub-representadas, y donde el presidente podía ser alguien no votado por la mayoría); y también el Senado (donde todas las provincias están igualmente representadas). En ambos casos se procura interponer una instancia representativa entre las masas populares y el poder, que conduce a un "poder indirecto", y un cierto equilibrio entre intereses locales y nacionales. A la elección indirecta del presidente se añadió la elección indirecta de los senadores nacionales, que hasta 1994 eran en general elegidos por las legislaturas provinciales.
Las concepciones populistas del siglo XX tratan de sortear esos obstáculos mediante una relación directa entre el líder carismático y la "masa" (una representación casi despectiva del pueblo, no como colectividad de individuos pensantes sino como una sustancia pastosa sin pensamiento propio, concepción directamente heredada de las ideas de Burke, de Le Bon, y de otros pensadores elitistas del siglo XIX). Es curioso que el pensamiento populista con su líder y su masa (directamente tomado de las ideas del fascismo y el nacional-socialismo: Ein Volk, ein Reich, ein Fuhrer: Un pueblo, un Estado, un Conductor) se nutren básicamente de una tradición reaccionaria y elitista, y no de una tradición democrática.
En el siglo XX y más en el XXI, la democracia tiene más viabilidad, al menos en los países capitalistas, por la mayor educación media de la gente (un requerimiento del desarrollo económico: véase la obra de Oded Galor, especialmente su reciente libro Unified Growth Theory), por la mayor disponibilidad de medios de comunicación (primero los diarios, luego los medios audiovisuales, y recientemente las redes sociales y la internet), y por la incorporación creciente de una ética social contraria a la violencia (véase el reciente libro de Steven Pinker, The Better Angels of Our Nature). Ello abre un camino mucho más ancho para la expresión directa (pero pacífica, organizada y racional) de la voluntad popular, sin eliminar la representación pero proveyendo controles efectivos "desde abajo".
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ResponderBorrarAun así, se presenta ahora otro problema antes desconocido: la economía es abierta y globalizada, pero las estructuras políticas siguen siendo nacionales. Estas estructuras nacionales toman decisiones basadas únicamente en los deseos e intereses de su propio electorado, muchas veces ignorando las implicaciones internacionales. Estamos aun lejos de desarrollar instituciones políticas democráticas a nivel transnacional, pero durante ese periodo de transición (posiblemente largo) veremos las tensiones que hoy vemos entre los intereses o preferencias "locales" (nacionales) y las exigencias de una economía transnacional (ejemplo típico: la resistencia del electorado alemán a prestar ayuda al resto de la UE, o el aislacionismo de la derecha republicana en EEUU). Esta situación se parece a la que rigió durante la primera etapa del capitalismo (siglos XVII y XVIII), donde innumerables "soberanías" feudales se interponían en el flujo "nacional" de mercancías y factores, hasta que los reinos europeos unificaron su soberanía y más tarde abolieron las aduanas y restricciones internas (fechas clave: GB en 1702, EEUU en 1781, Francia en 1789, Alemania en 1854, Italia en 1870). La Argentina lo hizo en 1853-60, pero de manera imperfecta: las feudalidades provinciales siguen en vigencia incluso hoy.
Hector, lo que yo quiero decir es que la deliberación es un método de resolución democrática de los conflictos que se puede dar en cualquiera de los casos que usted nombra. Tanto en la democracia directa, como la representativa, como en la política nacional o la transnacional.
ResponderBorrarSaludos y Buen Año!
Ana, dos observaciones:
ResponderBorrar1. Si bien la deliberación es técnicamente posible en todos los casos, no es igualmente fácil ni igualmente probable en todos los casos. La política tiene sus propias "leyes de funcionamiento", y de acuerdo a las instituciones sociales vigentes (o no vigentes), toma en general distintos derroteros. Esto no se refiere solo a las instituciones legales formales sino a todas las instituciones sociales o socioculturales en sentido amplio. Lo mismo pasa en economía, naturalmente: ya conocemos como las instituciones posibilitan, facilitan u obstaculizan las relaciones de mercado.
2. Yo no estuve considerando los distintos sistemas políticos como una panoplia de posibles sistemas a elegir, ni tampoco para expresar mis preferencias personales por uno u otro sistema, sino que los mostré en un proceso histórico en el cual evolucionaron y ocurrieron (o tienen tendencia a ocurrir), tanto a nivel municipal (como la democracia directa ateniense o la de algunos cantones suizos) como a nivel nacional (en el capitalismo moderno) y (gradualmente hacia el futuro) a nivel transnacional. Esta evolución es correlativa (y está causalmente relacionada en doble vía) con el desarrollo del capitalismo. Y en sus formas más avanzadas tiene la tendencia a tener (a) mas caracter deliberativo/racional que carismático, tumultuario y emocional; y (b) más posibilidades reales de que surjan elementos de democracia directa a escalas nacionales o superiores (cuando antes ello solo era posible a nivel de pequeñas comunidades).
El articulo de Roberto Gargarella me parece bastante pobre. Olvida un hecho fundamnetal: Los dos objetivos mayores del congreso son: a) el representar a los ciudadanos, y b) el poder alcanzar compromisos entre facciones.
ResponderBorrarLa idea de legisladores debatiendo ideas en publico antes de votarlas es romanticamente irreal. Los congresistas cuando "debaten" antes de una votacion, lo hacen siempre "pour la gallerie". Esas ideas ya se habian debatido (negociado en realidad) antes, en los comites, teniendo en cuenta todos los factores de poder existentes.
Y ESTA BIEN QUE SEA ASI. Son esos debates cerrados los que permiten que se alcancen soluciones de compromiso. Discusiones "abiertas" impedirian que se alcanzaran compromisos, forzarian casi siempore la adopcion de medidas extremas donde una faccion trataria de imponerse siempre a la otra, cosa de no aparecer "debil" ante los votantes que lo miran.
Recordemos: la funcion mayor de los congresales es la de representar a sus ciudadano en la eleccion de las ideas que ya se han debatido.
Y ESTE ES EL ELEMENTO CLAVE QUE FALLA EN LA DEMOCRACIA ARGENTINA: LOS LEGISLADORES ARGENTINOS NO REPRESENTAN A SUS CIUDADANOS, SINO A LOS JEFES DE SUS PARTIDOS. Tal como fuera diseniado por la generacion del 80.
Las listas sabanas, por ejemplo, hacen que un legislador sea elegido o no dependiendo de su lugar en la lista; lugar que le es asignado por su jefe politico. Por lo que todo legislador tiende a servirle a su jefe politico si o si.
Si bien esto se da en todas partes (en USA por ejemplo, para asegurarse favores politicos y de financiacion para proyectos que le interesen al legislador), en la Argentina se da mucho mas. las listas sabanas son un instrumento que directamente, le saca control del legislador al ciudadano y se lo da al jefe politico.
No se entiende ni el articulo de Gargarella. El autor parece desconocer el ABC de la teoria de inbstituciones.
Utis
La misma práctica política real de RG expresa la insustancialidad del planteo. Como el intelectual respetado en su campo que es lo invitan a debatir y deliberar a numerosos foros. A mi no. A mi vieja tampoco.
ResponderBorrarEn una sociedad compleja, la mayoría de las cuestiones pasibles de ser discutidas en un congreso para ser enmarcadas en una legislación exigen recurrir a personas mas o menos especializadas. Juristas pueden opinar sobre los efectos del uso de cianuro en la minería, taxistas sobre los efectos de las transferencias no condicionadas de ayuda social y antropólogos sobre la mejor forma de acomodar los cajones en la verdulería. Y está muy bien, personalmente nunca me privaría de mi derecho a opinar con seguridad y autoridad sobre temas sobre los que no cazo un fulbo.
Pero la verdad es que si el intelectual sabelotodo es un anacronismo del siglo XIX, la perspectiva de que el ciudadano medio se convierta en un un intelectual todoterreno parece bastante inviable.
Ya no se trata de discutir si esta luna cazamos tapires, atacamos a flechazos a los vecinos para robarles mujeres o quemamos una fracción de bosque para plantar mandioca. Opciones propias de una sociedad donde el conocimiento sobre lo posible está distribuido de manera homogénea.
Con más o menos deliberación sobre cualquier cuestión en particular, el gobierno de una sociedad compleja requiere de expertos.
Por eso delegamos poder en representantes. Porque suponemos, con un grado variable de acierto, que aquellos que en coyunturas específicas han tomado decisiones que nos parecen adecuadas, o que coinciden con las nuestras en aquellas cuestiones sobre las que si sabemos algo, se orientaran de acuerdo a valores similares a los que nosotros defendemos.
Y es que es esa existencia de valores inconmensurables, mas o menos enfrentados, la que nos salva del gobierno de los expertos, poniéndolos en su justo lugar, de asesores expertos de representantes eventualmente mediocres (y hasta medios estúpidos) pero con los cuales podemos sentir algún tipo de afinidad.
Feliz año Ana!