lunes, 2 de noviembre de 2009

Iniciativa

La argumentación oficial (o pro-kirchnerista) anda ahora en una meta-celebración: la recuperación de la iniciativa política antes que el avance en sí mismo en la corrección de las desigualdades sociales que supimos profundizar del Rodrigazo en adelante (por justicia, algunos festejan ambas cosas, es cierto, pero aún en estos casos la fragmentación de la oposición se vive con extraña alegría y se apuesta a un bipartidismo desbalanceado como forma de perpetuación).

Los momentos de fiesta son malos para intentar reflexiones de eficacia, sostenibilidad, estrategia y pavaditas por el estilo. En las fiestas se celebra y hasta la resaca no se para. Pero los blogs irrelevantes no tenemos porqué alcoholizarnos (tampoco nos sentimos invitados) y podemos dar un paso al costado para mirar.

La recuperación de la iniciativa tiene una serie de rasgos comunes muy interesantes, a saber:
  1. La sorpresa de la iniciativa (y no, que figure en la plataforma sólo puede conformar a Barone y Russo porque si por plataforma se tratara, seríamos otras cosa).
  2. La rapidez en la ejecución. Sea por ley o por decreto, las iniciativas no se discuten en el sentido sustantivo de incorporar las mejoras (y no, lo de impedir a las telefónicas entrar en el negocio audiovisual es de una ingenuidad que sólo la militancia puede comprar: no sólo Telefónica va a mantener Telefé sino que Telecom va a terminar comprando un canal de televisión a través de un tratado bilateral de inversión... ¿por qué pensás qué compra un holding español?).
  3. Como consecuencia de lo anterior, y el bajo capital humano en el sector público, la bajísima calidad en la implementación. Ejemplos sobran: todavía el fútbol-para-todos-que-pagamos-todos no tiene avisadores, estatizamos las AFJPs regalándoles las comisiones ya cobradas por los próximos 30 años y sin control sobre la utilización de los fondos, mejoramos a los chicos pobres empeorando a jubilados... y así podemos seguir.
La eficacia de la política económica sigue siendo desastrosa. Las medidas de subsidios, sea transporte vía Jaime, sea ONCAA, son un escándalo de proporciones gigantescas. Los subsidios cuestan ya 3% ó 4% ó 5% del PBI y uno tiene la sensación (si, sensación) que la mitad están mal dados por ser generoso. Como además no tienen control ni seguimiento, puede ser mucho peor.

Tal vez sea la revolución social pero, con Carlos Díaz, me parece que hay que pensar mejor en la calidad y no sólo en la cantidad de las iniciativas. OK, las hicimos como el tujes pero en algún momento habrá que plantearse mejorarlas y limpiarlas de paja. Porque la historia enseña que la sostenibilidad de las reformas no está asegurada en la Argentina.

No sea cosa que creamos que el endeudamiento (la única fuente de sostenibilidad de 2010 en adelante y una de las formas de la disfunción social argentina, junto a la inflación) da para mucho.

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