jueves, 15 de noviembre de 2007

Sin atajos

Me imagino que ahora será un best-seller. Esto fue lo que escribí en El Economista cuando salió:

González Fraga y Lousteau son dos activos participantes de la vida pública argentina, tanto en el debate de ideas como en su paso por la función pública: mientras que González Fraga fue dos veces presidente del banco central, Lousteau es hoy Jefe de Gabinete del Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires. Se trata, además, de dos economistas muy respetados.

En los primeros capítulos del libro, los autores repasan el crecimiento comparado de la Argentina con relación a EE.UU., Brasil y Chile. La lección es que cualquiera sea el país con el que se compare, Argentina creció menos y en forma más volátil: “desde 1983 hasta la fecha (...) la Argentina sufrió seis recesiones con caídas promedio del 5%”. De hecho, desde 1975 en adelante, la economía argentina creció un promedio de 1.4% (el crecimiento de la población así que el PBI per cápita prácticamente se estancó en 30 años). La mitad de esos años la economía estuvo en recesión lo que significa que pasamos de períodos de crecimiento alto a caídas fuertes del producto bruto interno. Para González Fraga y Lousteau, la economía argentina es “ciclotímica”, en parte por haber sido “un campo fértil para experimentos diversos en materia de políticas cambiarias y monetarias que con esas recetas mágicas generaban euforias de corto plazo seguidas al poco tiempo de crisis severas, con colapsos bancarios y externos”. Estas políticas tenían un elemento “pernicioso” cual era “el manejo cambiario utilizado como llave par a controlar las expectativas de inflación”.

De hecho, Sin Atajos tiene una visión de la política cambiaria en la misma línea con la política oficial.¿Qué nivel de tipo de cambio es el correcto? El “que contemple las necesidades de la actividad productiva. Este tipo de cambio debería generar el saldo comercial necesario para hacer frente a los movimientos no especulativos de capitales (o sea aquellos derivados de las necesidades de inversión), a las transferencias no especulativas al exterior (pagos de dividendos, etc.) y a los compromisos financieros públicos y privados”. La conclusión es que “en la Argentina de hoy esto se traduce en un tipo de cambio flotante, con un nivel del peso lo suficientemente competitivo para alentar la reconstrucción y el desarrollo de una base industrial sólida, capaz de generar empleo, pagar impuestos y exportar”.

Sin embargo, el alineamiento no es completo. Desde un punto de vista táctico, González Fraga y Lousteau ensayan una crítica implícita a la política de intervención del BCRA. “El principio de sana ambigüedad que debe regir a la política cambiaria” consiste en “una trayectoria errática en el corto plazo para evitar la precisión que exige la especulación financiera, pero con cierta estabilidad implícita en el mediano plazo a los efectos de no desalentar el comercio exterior”. Volatilidad en el corto plazo y señal clara – peso barato – en el mediano y largo es la receta. En realidad, el BCRA parece haber intentado darle la cierta volatilidad a la intervención de corto plazo haciendo compras muy grandes un día para no intervenir al día siguiente, por ejemplo. Sin embargo, cuando el mercado está convencido de una tendencia es difícil conseguir esa volatilidad con intervenciones razonables porque cada intento de subir el precio de dólar tiene como respuesta una venta masiva.

Siguiendo con la política cambiaria, González Fraga y Lousteau señalan correctamente que “la obsesión de los argentinos con el tipo de cambio nominal con respecto al dólar (...) no es saludable y es preciso poner el foco en lo relevante, que es el tipo de cambio real multilateral”. De hecho, se desliza aquí otra crítica a la conducción actual del banco central: “en 2003, el BCRA empezó a trabajar” en la dirección de “hacer del TCRM el centro del análisis” en lo que hace a política cambiaria. “En la actualidad esta tarea importante se está abandonando al darle menos preponderancia a dicho indicador que al tipo de cambio nominal contra el dólar”. Hay una buena dosis de voluntarismo en esta última crítica: así como una moneda estable no puede “surgir espontáneamente de disposiciones oficiales”, la “obsesión” con el dólar nominal tampoco se puede eliminar por decreto. Más aun, el sector industrial, que entiende perfectamente el concepto de TCRM y sabe que no sólo no cayó sino que la economía prácticamente no perdió competitividad de acuerdo a esta medida, no se priva de pedir un dólar más caro simplemente porque el tipo de cambio nominal está cayendo.

Sin Atajos también ensalza las virtudes del superávit primario “en el mantenimiento del tipo de cambio en niveles competitivos”. Primero, “actúa como una restricción sobre la demanda agregada”. Segundo, “otorga recursos genuinos para que el Tesoro” compre dólares evitando la apreciación. Tercero, genera independencia del FMI. Cuarto, los niveles de tasas de interés son más bajos. De hecho, tasas de interés bajas son parte de la macro que proponen González Fraga y Lousteau. Aunque, nuevamente, hay que advertir que, si bien el gobierno tiene alguna capacidad de hacer política monetaria, las tasas de interés tienen una dinámica propia que responde a condiciones externas e internas, algunas de las cuales el gobierno no controla. La última parte de la receta macroeconómica es una “inserción financiera internacional prudente” y aprueban la utilización de controles de capitales. Y agregan que “esto será más fácil de hacer en los próximos años porque el desprestigio por la cesación de pagos constituirá una traba natural al acceso de nuestro país al mercado internacional”. Tal vez estén sobreestimando la memoria de los mercados.

González Fraga y Lousteau se ocupan de los riesgos que enfrenta la economía argentina: inflación, FMI y energía. Sobre la inflación, tienen un diagnóstico multicausal, algo más amplio que el del gobierno. Junto con Lavagna creen que la inflación es un problema de ajuste de precios relativos retrasados pero, también, “del recalentamiento de la demanda en algunos sectores industriales” (sectores con utilización de la capacidad instalada superior al 80%) y de “ciertos aumentos de costos (...) que los empresarios pretenden trasladar a precios”. Entre estos últimos se destacan “los fuertes incrementos en las tarifas industriales de energía eléctrica y, por primera vez en muchos años, aumentos de salarios en algunas actividades, impulsadas por una renovada acción sindical”. Con relación al FMI, los autores recomiendan “una política de desendeudamiento paulatino” que no es lo mismo que lo que el gobierno hace ahora de pagarle los vencimientos obligatorios al FMI. De cualquier manera, acordar con el FMI “no es una necesidad imperiosa” ya que Argentina podría “colocar deuda en los mercados financieros (locales e internacionales) (...) pero las condiciones financieras serían significativamente peores a las vigentes con el FMI”. Es decir, si el gobierno pudiera acordar con el FMI, debería hacerlo. Aunque el detalle de cómo sería ese acuerdo no se discute en el libro. Finalmente, González Fraga y Lousteau estiman que para el sector energético no se transforme en una “restricción” y la economía argentina pueda crecer al 5% por los próximos 10 años, hay que invertir alrededor de USD 20,000. Una vez más, no se dan detalles del marco necesario para esto en el libro excepto la mención de una “base macroeconómica sólida” como condición necesaria.

Participando del debate coyuntural, en Sin atajos se objeta la capacidad de la política monetaria, a través de subas en las tasas de interés, para combatir la inflación (lo que se hace en cualquier país desarrollado). En Argentina lo que ocurriría es que se terminarían atrayendo más capitales y desalentando la inversión. Si bien la posición es razonable, esto no significa que bajar las tasas sea la salida: una baja en las tasas de interés, lo que, de paso, está haciendo el gobierno ahora, baja la tasa de interés real esperada vía una tasa nominal más baja y mayores expectativas de inflación. Es decir, profundiza el proceso de sustitución de pesos por bienes. González Fraga y Lousteau, ¡y el gobierno!, deberían entender que hacer política monetaria pro cíclica con la inflación en dos dígitos, con el nivel de actividad creciendo casi al 10% y con una brecha del producto potencial casi nula es sobrecalentar la economía. Más aun si se reconoce un componente de inflación de demanda y ciertas restricciones de oferta.

El libro se ocupa también de otras reformas estructurales necesarias. Vale la pena ver el caso del sistema de jubilaciones y pensiones, y de la educación universitaria. En la cuestión previsional, se reitera la propuesta de Lousteau planteada en un libro anterior, Hacia un federalismo solidario que se resume en: 1) pasar a los trabajadores de menores ingresos del sistema de capitalización al sistema de reparto para conseguir financiamiento en el sector público, 2) universalizar la cobertura con este financiamiento adicional, 3) eliminar la prestación básica universal para los trabajadores de altos ingresos que quedan en capitalización. En la educación universitaria, proponen que los estudiantes cuyos padres tengan capacidad contributiva paguen un arancel manteniendo el ingreso irrestricto. Sin duda una solución de compromiso entre sus dos profesiones: la de economista y la de política.

Sin atajos es un excelente aporte a la discusión de políticas en la Argentina. Con alguna diferenciación de las políticas en curso (sobre todo en lo que hace a reformas estructurales y manejo de corto plazo de la política cambiaria), los autores aprueban la línea general de la política económica en curso. Aunque hay algunos excesos de voluntarismo, en general los temas están tratados con profesionalismo y reconociendo las restricciones políticas. Es bueno saber que hay funcionarios, de ayer, de hoy y, seguramente, de mañana, que entienden de lo que hablan.

7 comentarios:

  1. Olivera, gracias por la reedición de la critica del futuro best seller.

    un abrazo

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  2. "...una baja en las tasas de interés, lo que, de paso, está haciendo el gobierno ahora, aumenta la tasa de interés real esperada vía una tasa nominal más baja y mayores expectativas de inflación..."

    Hay un error: BAJA la tasa de interés real, via una nominal mas baja y mayores expectativas de inflación.

    Buen post. Buen resumen.

    El del 0.33%

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  3. Mariano: si, correcto. Ese es el sentido del texto. Gracias por la corrección.

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  4. Es bueno saber que hay funcionarios, de ayer, de hoy y, seguramente, de mañana, que entienden de lo que hablan.
    Parte del ejercicio del Nostradamus de cada dia con "el seguramente de mañana"
    Buen Post

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  5. Eh, qué poder profético!

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  6. "Finalmente, González Fraga y Lousteau estiman que para el sector energético no se transforme en una “restricción” y la economía argentina pueda crecer al 5% por los próximos 10 años, hay que invertir alrededor de USD 20,000"

    Si con nada mas que $20,000 dolares se resuelve la crisis energetica, creo que podemos hacer una vaquita entre los bloggers. ;-)

    FC

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