Con la caída de las acciones del Citi por debajo de US$ 30, el banco Santander tiene una capitalización de mercado de US$ 131 mil millones mientras que el Citi tiene una de US$ 153 mil millones.
En un mundo donde las cosas no cambian mucho, la recomendación es vender Santander y comprar Citi. ¿Será? ¿O se viene un nuevo orden mundial?
lunes, 26 de noviembre de 2007
Be afraid, be very afraid
A partir de ahora llámenme Fox Mulder pero esto asusta.
CKF y el INDEK
Y siguiendo con la durísima interpelación periodística de P12 (supongo que después de este reportaje Tiffenberg y cía., como Morales Solá, tendrán que pedir asilo en Uruguay) CFK se despacha con su visión del problema del INDEC. Sin desperdicio:
OK. No hablo más del asunto. Pero, por favor, que la presidenta electa tampoco.
"–¿Con qué relato abordamos el tema del Indec? ¿Con el relato de que un día cayeron los villanos del Gobierno a un organismo que era maravilloso y medía todo muy bien y que a partir de esa incursión se empezaron a manipular los índices y plantear cosas que no son realidad? Si lo abordamos desde ese relato el problema no tendría solución. Pero puede abordarse desde lo que realmente sucede en el Indec, que fundamentalmente fue ver cómo se estaban midiendo variables, y también admitiendo la existencia de intereses políticos y económicos, porque parece ser que no hubiera en la Argentina intereses económicos y políticos, y curiosamente también parece que algunos que tienen una postura progresista terminan siendo funcionales a determinados intereses económicos. En definitiva, esto ya lo he dicho, los modelos de medición no son el Talmud, ni el Corán, ni la Biblia. Este es el sexto cambio de sistema. El último, de 1996, obedeció al modelo de la convertibilidad, en el que se tomaban índices internacionales porque era lo que convenía por el tema del uno a uno. También sucedía que a veces pasaban una información para Turismo y cuando la pasaban al IPC la pasaban de otra manera. O, por ejemplo, cuando se utilizaba la estructura del Indec para obtener resultados sobre productos de determinada marca que luego se vendían a una consultora. O cuando en vez de tomar un promedio de precios se tomaba siempre el más alto. O cuando se intentaba medir el nivel de vida de Florencio Varela, en el segundo cordón del conurbano, con los precios de Capital Federal. ¿Y por qué? Porque muchas veces hay intereses económicos y políticos. Desde sectores que necesitan que una política económica no tenga resultados porque parece ser que si nos va muy mal a los argentinos algunos creen que les puede ir muy bien a ellos, o por otros intereses. Lo que sé es que todo esto se desató en el año electoral. No creo en las coincidencias, mucho menos con la historia reciente de los argentinos. Esto ya lo he adelantado, ahora se está trabajando en un modelo similar al que tiene Estados Unidos. Va a tener un desarrollo, como lo tiene ahora, absolutamente transparente. Porque cuando uno va al resumen de expectativas de mercado que publica el Banco Central, que es un promedio de todas las consultoras privadas y universidades públicas y privadas, habla de una inflación similar al acumulado que hoy tiene el Indec."
OK. No hablo más del asunto. Pero, por favor, que la presidenta electa tampoco.
El pensamiento vivo de CFK
Durísimo reportaje de Página 12 a CFK. Arriesgando su pellojo intelectual, Tiffenberg, Wainfeld y Cibeira le preguntan a CFK:
Tiene razón CFK. Lo releo y me causa escozor... "sin valerme de categorías europeas", acmulación, interpelación, relacionamiento... ¿de qué habla? ¿qué capítulo de filosofía política me perdí Artemio?
–Si en un seminario internacional le preguntaran cuál es el perfil político de este gobierno y del que viene, ¿cómo respondería? ¿Un gobierno progresista, socialdemócrata, nacional y popular?
–Popular y democrático.
–¿Nacional ya no?
–Me parece que no se puede ser popular sin ser nacional, soy muy jauretcheana. Profundamente popular y democrático, lo defino sin valerme de categorías europeas. Lo es por su impronta, por su modelo de acumulación, por su manera de interpelación, su modo de relacionamiento. Por eso causa escozor en otros sectores.
Tiene razón CFK. Lo releo y me causa escozor... "sin valerme de categorías europeas", acmulación, interpelación, relacionamiento... ¿de qué habla? ¿qué capítulo de filosofía política me perdí Artemio?
Summers pesimista
Larry Summers argumenta en el FT que lo peor está por venir:
"Three months ago it was reasonable to expect that the subprime credit crisis would be a financially significant event but not one that would threaten the overall pattern of economic growth. This is still a possible outcome but no longer the preponderant probability.Esencialmente el argumento dice que los precios de las propiedades van a seguir cayendo y que las tasas de ejecuciones hipotecarias se van a duplicar el año que viene. Su propuesta de política es:
Even if necessary changes in policy are implemented, the odds now favour a US recession that slows growth significantly on a global basis. Without stronger policy responses than have been observed to date, moreover, there is the risk that the adverse impacts will be felt for the rest of this decade and beyond."
"First, maintaining demand must be the over-arching macro-economic priority. That means the Fed has to get ahead of the curve and recognise - as the market already has - that levels of the Fed Funds rate that were neutral when the financial system was working normally are quite contractionary today. As important as long-run deficit reduction is, fiscal policy needs to be on stand-by to provide immediate temporary stimulus through spending or tax benefits for low- and middle-income families if the situation worsens.Por ahí no alcanza - advierte Summers - pero es mucho más que lo que se está haciendo hasta ahora.
Second, policymakers need to articulate a clear strategy addressing the various pressures leading to contractions in credit. Very likely this will involve measures that are non-traditional, given how much of the problem lies outside bank balance sheets. The time for worrying about imprudent lending is past. The priority now has to be maintaining the flow of credit. The current main policy thrust - the so-called "super conduit", in which banks co-operate to take on the assets of troubled investment vehicles - has never been publicly explained in any detail by the US Treasury. On the information available, the "super conduit" has worrying similarities with Japanese banking practices of the 1990s that aroused criticism from American authorities for their lack of transparency, suppression of genuine market pricing of bad credits, and inhibiting effect on new lending. Perhaps there is a strong case for it, but that case has yet to be made.
Third, there needs to be a comprehensive approach taken to maintaining demand in the housing market to the maximum extent possible. The government operating through the Federal Housing Administration, through Fannie Mae and Freddie Mac, or through some kind of direct lending, needs to assure that there is a continuing flow of reasonably priced loans to credit worthy home purchasers. At the same time there need to be templates established for the restructuring of mortgages to homeowners who cannot afford their resets, so every case does not have to be managed individually."
Vuelta a casa
Con poco sentido común empecé un blog para monitorear el desarrollo de la crisis internacional. Mi idea era, y es, que recién empezaba y que estábamos frente al comienzo de una contracción crediticia de la maroma. Sigo pensando que tenía razón pero me equivoqué en abrir otro blog: ya tengo muchos. Así que retomo el seguimiento de la crisis internacional desde casa, Exabruptos.
viernes, 23 de noviembre de 2007
domingo, 18 de noviembre de 2007
Marcó del Pont se suma a la "desestabilizacion"
Mercedes Marcó del Pont se suma a la "desestabilización".
sábado, 17 de noviembre de 2007
El costo Moreno
Además del fracaso de la política anti-inflacionaria, Moreno tiene otros costos visibles. Uno que nos cuesta plata todos los meses (y mucha) es el aumento en el costo de endeudamiento como consecuencia de la manipulación del IPC. Este bonito gráfico publicado en un reporte del Banco Galicia, que muestra el costo del endeudamiento en las emisiones primarias, lo deja bien claro:
Los inversores chochos.
Alguna vez la patria los va a demandar por esto.
Los inversores chochos.
Alguna vez la patria los va a demandar por esto.
Todo es económico
Todo es económico, no me jodan. Y después me acusan de economicista.
Tanto tiempo pensando que "después de mi, el diluvio" era una frase política me entero que su origen es económico:
Mirabeau applied the phrase to... government borrowing and, more particularly, to the practice of using life annuities to fund the costs of government debt. Life annuities, he wrote, were the quintessence of what he called "that misanthropic sentiment [ce sentiment ennemi] après moi me deluge."... [T]hey were a way of drawing bills on posterity. Like all forms of public credit... consumed wealth before it was produced... leaving a state... having to face the future without the accumulted assets... to maintain its long- term domestic prosperity and external security... could... destroy... "civilization."
Lo del título
Tanto tiempo pensando que "después de mi, el diluvio" era una frase política me entero que su origen es económico:
Mirabeau applied the phrase to... government borrowing and, more particularly, to the practice of using life annuities to fund the costs of government debt. Life annuities, he wrote, were the quintessence of what he called "that misanthropic sentiment [ce sentiment ennemi] après moi me deluge."... [T]hey were a way of drawing bills on posterity. Like all forms of public credit... consumed wealth before it was produced... leaving a state... having to face the future without the accumulted assets... to maintain its long- term domestic prosperity and external security... could... destroy... "civilization."
Lo del título
viernes, 16 de noviembre de 2007
Apostilla sin demasiado sentido
Pierre Bayard, un profesor de literatura parisino (mirá la foto, se cae de franchute), escribió un libro llamado "Como hablar de los libros que no leíste". Y el libro fue un éxito, aparentemente, por la "culpa" que sienten quienes no leen. Bayard excusa la culpa en forma poca convincente (la compañía de Montaigne que no recordaba lo leído, por ejemplo).
(De paso, uno de los mejores economistas argentinos se jacta de no leer y, peor, de poco a poco quemar los libros de su biblioteca. Otro, parece haber leído todo y en el idioma original).
A lo largo de mi vida profesional pasé revista a más de 200 libros pero ¿los leí? Sí, los leí. ¿Los entendí? Esto es, claro, más discutible. Pero la discusión me toca de cerca.
Más divertido me resultan las categorías - casi borgianas - que propone Bayard:
1) libros que me son desconocidos
2) libros que miré por arriba
3) libros acerca de los cuales escuché
4) libros que ya olvidé
Las categorías 1) y 4) son imposibles de llenar. Las del medio - 2) y 3) - en cambio están densamente pobladas.
De cualquier manera, mis categorías son otras:
5) libros que (siento que) debo leer y aún no tuve tiempo.
6) libros que (siento que) debo leer y no voy a entender.
7) libros que (siento que) debo leer y me voy a aburrir. (leí partes, en realidad)
PD: Supongo que escribí esta entrada para recibir recomendaciones no obvias de 5), 6) o 7).
(De paso, uno de los mejores economistas argentinos se jacta de no leer y, peor, de poco a poco quemar los libros de su biblioteca. Otro, parece haber leído todo y en el idioma original).
A lo largo de mi vida profesional pasé revista a más de 200 libros pero ¿los leí? Sí, los leí. ¿Los entendí? Esto es, claro, más discutible. Pero la discusión me toca de cerca.
Más divertido me resultan las categorías - casi borgianas - que propone Bayard:
1) libros que me son desconocidos
2) libros que miré por arriba
3) libros acerca de los cuales escuché
4) libros que ya olvidé
Las categorías 1) y 4) son imposibles de llenar. Las del medio - 2) y 3) - en cambio están densamente pobladas.
De cualquier manera, mis categorías son otras:
5) libros que (siento que) debo leer y aún no tuve tiempo.
6) libros que (siento que) debo leer y no voy a entender.
7) libros que (siento que) debo leer y me voy a aburrir. (leí partes, en realidad)
PD: Supongo que escribí esta entrada para recibir recomendaciones no obvias de 5), 6) o 7).
jueves, 15 de noviembre de 2007
Trade-off
Desde muy temprano, a los economistas nos educan - nos machacan - con la noción de que existen trade-offs (dilemas), de que no hay almuerzos gratis, de fronteras y curvas que implican que más de una cosa es menos de otra. En suma, de que el paraíso y la economía son incompatibles.
Una vez más, compruebo que es cierto. Por un lado, no te vayas... es imposible que ganen algo con él. Por el otro, volvé.
Me retuerzo entonces entre la posibilidad de que no ganen nada y la posibilidad de que no les ganemos...
Una vez más, compruebo que es cierto. Por un lado, no te vayas... es imposible que ganen algo con él. Por el otro, volvé.
Me retuerzo entonces entre la posibilidad de que no ganen nada y la posibilidad de que no les ganemos...
Sin atajos
Me imagino que ahora será un best-seller. Esto fue lo que escribí en El Economista cuando salió:
González Fraga y Lousteau son dos activos participantes de la vida pública argentina, tanto en el debate de ideas como en su paso por la función pública: mientras que González Fraga fue dos veces presidente del banco central, Lousteau es hoy Jefe de Gabinete del Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires. Se trata, además, de dos economistas muy respetados.
En los primeros capítulos del libro, los autores repasan el crecimiento comparado de la Argentina con relación a EE.UU., Brasil y Chile. La lección es que cualquiera sea el país con el que se compare, Argentina creció menos y en forma más volátil: “desde 1983 hasta la fecha (...) la Argentina sufrió seis recesiones con caídas promedio del 5%”. De hecho, desde 1975 en adelante, la economía argentina creció un promedio de 1.4% (el crecimiento de la población así que el PBI per cápita prácticamente se estancó en 30 años). La mitad de esos años la economía estuvo en recesión lo que significa que pasamos de períodos de crecimiento alto a caídas fuertes del producto bruto interno. Para González Fraga y Lousteau, la economía argentina es “ciclotímica”, en parte por haber sido “un campo fértil para experimentos diversos en materia de políticas cambiarias y monetarias que con esas recetas mágicas generaban euforias de corto plazo seguidas al poco tiempo de crisis severas, con colapsos bancarios y externos”. Estas políticas tenían un elemento “pernicioso” cual era “el manejo cambiario utilizado como llave par a controlar las expectativas de inflación”.
De hecho, Sin Atajos tiene una visión de la política cambiaria en la misma línea con la política oficial.¿Qué nivel de tipo de cambio es el correcto? El “que contemple las necesidades de la actividad productiva. Este tipo de cambio debería generar el saldo comercial necesario para hacer frente a los movimientos no especulativos de capitales (o sea aquellos derivados de las necesidades de inversión), a las transferencias no especulativas al exterior (pagos de dividendos, etc.) y a los compromisos financieros públicos y privados”. La conclusión es que “en la Argentina de hoy esto se traduce en un tipo de cambio flotante, con un nivel del peso lo suficientemente competitivo para alentar la reconstrucción y el desarrollo de una base industrial sólida, capaz de generar empleo, pagar impuestos y exportar”.
Sin embargo, el alineamiento no es completo. Desde un punto de vista táctico, González Fraga y Lousteau ensayan una crítica implícita a la política de intervención del BCRA. “El principio de sana ambigüedad que debe regir a la política cambiaria” consiste en “una trayectoria errática en el corto plazo para evitar la precisión que exige la especulación financiera, pero con cierta estabilidad implícita en el mediano plazo a los efectos de no desalentar el comercio exterior”. Volatilidad en el corto plazo y señal clara – peso barato – en el mediano y largo es la receta. En realidad, el BCRA parece haber intentado darle la cierta volatilidad a la intervención de corto plazo haciendo compras muy grandes un día para no intervenir al día siguiente, por ejemplo. Sin embargo, cuando el mercado está convencido de una tendencia es difícil conseguir esa volatilidad con intervenciones razonables porque cada intento de subir el precio de dólar tiene como respuesta una venta masiva.
Siguiendo con la política cambiaria, González Fraga y Lousteau señalan correctamente que “la obsesión de los argentinos con el tipo de cambio nominal con respecto al dólar (...) no es saludable y es preciso poner el foco en lo relevante, que es el tipo de cambio real multilateral”. De hecho, se desliza aquí otra crítica a la conducción actual del banco central: “en 2003, el BCRA empezó a trabajar” en la dirección de “hacer del TCRM el centro del análisis” en lo que hace a política cambiaria. “En la actualidad esta tarea importante se está abandonando al darle menos preponderancia a dicho indicador que al tipo de cambio nominal contra el dólar”. Hay una buena dosis de voluntarismo en esta última crítica: así como una moneda estable no puede “surgir espontáneamente de disposiciones oficiales”, la “obsesión” con el dólar nominal tampoco se puede eliminar por decreto. Más aun, el sector industrial, que entiende perfectamente el concepto de TCRM y sabe que no sólo no cayó sino que la economía prácticamente no perdió competitividad de acuerdo a esta medida, no se priva de pedir un dólar más caro simplemente porque el tipo de cambio nominal está cayendo.
Sin Atajos también ensalza las virtudes del superávit primario “en el mantenimiento del tipo de cambio en niveles competitivos”. Primero, “actúa como una restricción sobre la demanda agregada”. Segundo, “otorga recursos genuinos para que el Tesoro” compre dólares evitando la apreciación. Tercero, genera independencia del FMI. Cuarto, los niveles de tasas de interés son más bajos. De hecho, tasas de interés bajas son parte de la macro que proponen González Fraga y Lousteau. Aunque, nuevamente, hay que advertir que, si bien el gobierno tiene alguna capacidad de hacer política monetaria, las tasas de interés tienen una dinámica propia que responde a condiciones externas e internas, algunas de las cuales el gobierno no controla. La última parte de la receta macroeconómica es una “inserción financiera internacional prudente” y aprueban la utilización de controles de capitales. Y agregan que “esto será más fácil de hacer en los próximos años porque el desprestigio por la cesación de pagos constituirá una traba natural al acceso de nuestro país al mercado internacional”. Tal vez estén sobreestimando la memoria de los mercados.
González Fraga y Lousteau se ocupan de los riesgos que enfrenta la economía argentina: inflación, FMI y energía. Sobre la inflación, tienen un diagnóstico multicausal, algo más amplio que el del gobierno. Junto con Lavagna creen que la inflación es un problema de ajuste de precios relativos retrasados pero, también, “del recalentamiento de la demanda en algunos sectores industriales” (sectores con utilización de la capacidad instalada superior al 80%) y de “ciertos aumentos de costos (...) que los empresarios pretenden trasladar a precios”. Entre estos últimos se destacan “los fuertes incrementos en las tarifas industriales de energía eléctrica y, por primera vez en muchos años, aumentos de salarios en algunas actividades, impulsadas por una renovada acción sindical”. Con relación al FMI, los autores recomiendan “una política de desendeudamiento paulatino” que no es lo mismo que lo que el gobierno hace ahora de pagarle los vencimientos obligatorios al FMI. De cualquier manera, acordar con el FMI “no es una necesidad imperiosa” ya que Argentina podría “colocar deuda en los mercados financieros (locales e internacionales) (...) pero las condiciones financieras serían significativamente peores a las vigentes con el FMI”. Es decir, si el gobierno pudiera acordar con el FMI, debería hacerlo. Aunque el detalle de cómo sería ese acuerdo no se discute en el libro. Finalmente, González Fraga y Lousteau estiman que para el sector energético no se transforme en una “restricción” y la economía argentina pueda crecer al 5% por los próximos 10 años, hay que invertir alrededor de USD 20,000. Una vez más, no se dan detalles del marco necesario para esto en el libro excepto la mención de una “base macroeconómica sólida” como condición necesaria.
Participando del debate coyuntural, en Sin atajos se objeta la capacidad de la política monetaria, a través de subas en las tasas de interés, para combatir la inflación (lo que se hace en cualquier país desarrollado). En Argentina lo que ocurriría es que se terminarían atrayendo más capitales y desalentando la inversión. Si bien la posición es razonable, esto no significa que bajar las tasas sea la salida: una baja en las tasas de interés, lo que, de paso, está haciendo el gobierno ahora, baja la tasa de interés real esperada vía una tasa nominal más baja y mayores expectativas de inflación. Es decir, profundiza el proceso de sustitución de pesos por bienes. González Fraga y Lousteau, ¡y el gobierno!, deberían entender que hacer política monetaria pro cíclica con la inflación en dos dígitos, con el nivel de actividad creciendo casi al 10% y con una brecha del producto potencial casi nula es sobrecalentar la economía. Más aun si se reconoce un componente de inflación de demanda y ciertas restricciones de oferta.
El libro se ocupa también de otras reformas estructurales necesarias. Vale la pena ver el caso del sistema de jubilaciones y pensiones, y de la educación universitaria. En la cuestión previsional, se reitera la propuesta de Lousteau planteada en un libro anterior, Hacia un federalismo solidario que se resume en: 1) pasar a los trabajadores de menores ingresos del sistema de capitalización al sistema de reparto para conseguir financiamiento en el sector público, 2) universalizar la cobertura con este financiamiento adicional, 3) eliminar la prestación básica universal para los trabajadores de altos ingresos que quedan en capitalización. En la educación universitaria, proponen que los estudiantes cuyos padres tengan capacidad contributiva paguen un arancel manteniendo el ingreso irrestricto. Sin duda una solución de compromiso entre sus dos profesiones: la de economista y la de política.
Sin atajos es un excelente aporte a la discusión de políticas en la Argentina. Con alguna diferenciación de las políticas en curso (sobre todo en lo que hace a reformas estructurales y manejo de corto plazo de la política cambiaria), los autores aprueban la línea general de la política económica en curso. Aunque hay algunos excesos de voluntarismo, en general los temas están tratados con profesionalismo y reconociendo las restricciones políticas. Es bueno saber que hay funcionarios, de ayer, de hoy y, seguramente, de mañana, que entienden de lo que hablan.
González Fraga y Lousteau son dos activos participantes de la vida pública argentina, tanto en el debate de ideas como en su paso por la función pública: mientras que González Fraga fue dos veces presidente del banco central, Lousteau es hoy Jefe de Gabinete del Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires. Se trata, además, de dos economistas muy respetados.
En los primeros capítulos del libro, los autores repasan el crecimiento comparado de la Argentina con relación a EE.UU., Brasil y Chile. La lección es que cualquiera sea el país con el que se compare, Argentina creció menos y en forma más volátil: “desde 1983 hasta la fecha (...) la Argentina sufrió seis recesiones con caídas promedio del 5%”. De hecho, desde 1975 en adelante, la economía argentina creció un promedio de 1.4% (el crecimiento de la población así que el PBI per cápita prácticamente se estancó en 30 años). La mitad de esos años la economía estuvo en recesión lo que significa que pasamos de períodos de crecimiento alto a caídas fuertes del producto bruto interno. Para González Fraga y Lousteau, la economía argentina es “ciclotímica”, en parte por haber sido “un campo fértil para experimentos diversos en materia de políticas cambiarias y monetarias que con esas recetas mágicas generaban euforias de corto plazo seguidas al poco tiempo de crisis severas, con colapsos bancarios y externos”. Estas políticas tenían un elemento “pernicioso” cual era “el manejo cambiario utilizado como llave par a controlar las expectativas de inflación”.
De hecho, Sin Atajos tiene una visión de la política cambiaria en la misma línea con la política oficial.¿Qué nivel de tipo de cambio es el correcto? El “que contemple las necesidades de la actividad productiva. Este tipo de cambio debería generar el saldo comercial necesario para hacer frente a los movimientos no especulativos de capitales (o sea aquellos derivados de las necesidades de inversión), a las transferencias no especulativas al exterior (pagos de dividendos, etc.) y a los compromisos financieros públicos y privados”. La conclusión es que “en la Argentina de hoy esto se traduce en un tipo de cambio flotante, con un nivel del peso lo suficientemente competitivo para alentar la reconstrucción y el desarrollo de una base industrial sólida, capaz de generar empleo, pagar impuestos y exportar”.
Sin embargo, el alineamiento no es completo. Desde un punto de vista táctico, González Fraga y Lousteau ensayan una crítica implícita a la política de intervención del BCRA. “El principio de sana ambigüedad que debe regir a la política cambiaria” consiste en “una trayectoria errática en el corto plazo para evitar la precisión que exige la especulación financiera, pero con cierta estabilidad implícita en el mediano plazo a los efectos de no desalentar el comercio exterior”. Volatilidad en el corto plazo y señal clara – peso barato – en el mediano y largo es la receta. En realidad, el BCRA parece haber intentado darle la cierta volatilidad a la intervención de corto plazo haciendo compras muy grandes un día para no intervenir al día siguiente, por ejemplo. Sin embargo, cuando el mercado está convencido de una tendencia es difícil conseguir esa volatilidad con intervenciones razonables porque cada intento de subir el precio de dólar tiene como respuesta una venta masiva.
Siguiendo con la política cambiaria, González Fraga y Lousteau señalan correctamente que “la obsesión de los argentinos con el tipo de cambio nominal con respecto al dólar (...) no es saludable y es preciso poner el foco en lo relevante, que es el tipo de cambio real multilateral”. De hecho, se desliza aquí otra crítica a la conducción actual del banco central: “en 2003, el BCRA empezó a trabajar” en la dirección de “hacer del TCRM el centro del análisis” en lo que hace a política cambiaria. “En la actualidad esta tarea importante se está abandonando al darle menos preponderancia a dicho indicador que al tipo de cambio nominal contra el dólar”. Hay una buena dosis de voluntarismo en esta última crítica: así como una moneda estable no puede “surgir espontáneamente de disposiciones oficiales”, la “obsesión” con el dólar nominal tampoco se puede eliminar por decreto. Más aun, el sector industrial, que entiende perfectamente el concepto de TCRM y sabe que no sólo no cayó sino que la economía prácticamente no perdió competitividad de acuerdo a esta medida, no se priva de pedir un dólar más caro simplemente porque el tipo de cambio nominal está cayendo.
Sin Atajos también ensalza las virtudes del superávit primario “en el mantenimiento del tipo de cambio en niveles competitivos”. Primero, “actúa como una restricción sobre la demanda agregada”. Segundo, “otorga recursos genuinos para que el Tesoro” compre dólares evitando la apreciación. Tercero, genera independencia del FMI. Cuarto, los niveles de tasas de interés son más bajos. De hecho, tasas de interés bajas son parte de la macro que proponen González Fraga y Lousteau. Aunque, nuevamente, hay que advertir que, si bien el gobierno tiene alguna capacidad de hacer política monetaria, las tasas de interés tienen una dinámica propia que responde a condiciones externas e internas, algunas de las cuales el gobierno no controla. La última parte de la receta macroeconómica es una “inserción financiera internacional prudente” y aprueban la utilización de controles de capitales. Y agregan que “esto será más fácil de hacer en los próximos años porque el desprestigio por la cesación de pagos constituirá una traba natural al acceso de nuestro país al mercado internacional”. Tal vez estén sobreestimando la memoria de los mercados.
González Fraga y Lousteau se ocupan de los riesgos que enfrenta la economía argentina: inflación, FMI y energía. Sobre la inflación, tienen un diagnóstico multicausal, algo más amplio que el del gobierno. Junto con Lavagna creen que la inflación es un problema de ajuste de precios relativos retrasados pero, también, “del recalentamiento de la demanda en algunos sectores industriales” (sectores con utilización de la capacidad instalada superior al 80%) y de “ciertos aumentos de costos (...) que los empresarios pretenden trasladar a precios”. Entre estos últimos se destacan “los fuertes incrementos en las tarifas industriales de energía eléctrica y, por primera vez en muchos años, aumentos de salarios en algunas actividades, impulsadas por una renovada acción sindical”. Con relación al FMI, los autores recomiendan “una política de desendeudamiento paulatino” que no es lo mismo que lo que el gobierno hace ahora de pagarle los vencimientos obligatorios al FMI. De cualquier manera, acordar con el FMI “no es una necesidad imperiosa” ya que Argentina podría “colocar deuda en los mercados financieros (locales e internacionales) (...) pero las condiciones financieras serían significativamente peores a las vigentes con el FMI”. Es decir, si el gobierno pudiera acordar con el FMI, debería hacerlo. Aunque el detalle de cómo sería ese acuerdo no se discute en el libro. Finalmente, González Fraga y Lousteau estiman que para el sector energético no se transforme en una “restricción” y la economía argentina pueda crecer al 5% por los próximos 10 años, hay que invertir alrededor de USD 20,000. Una vez más, no se dan detalles del marco necesario para esto en el libro excepto la mención de una “base macroeconómica sólida” como condición necesaria.
Participando del debate coyuntural, en Sin atajos se objeta la capacidad de la política monetaria, a través de subas en las tasas de interés, para combatir la inflación (lo que se hace en cualquier país desarrollado). En Argentina lo que ocurriría es que se terminarían atrayendo más capitales y desalentando la inversión. Si bien la posición es razonable, esto no significa que bajar las tasas sea la salida: una baja en las tasas de interés, lo que, de paso, está haciendo el gobierno ahora, baja la tasa de interés real esperada vía una tasa nominal más baja y mayores expectativas de inflación. Es decir, profundiza el proceso de sustitución de pesos por bienes. González Fraga y Lousteau, ¡y el gobierno!, deberían entender que hacer política monetaria pro cíclica con la inflación en dos dígitos, con el nivel de actividad creciendo casi al 10% y con una brecha del producto potencial casi nula es sobrecalentar la economía. Más aun si se reconoce un componente de inflación de demanda y ciertas restricciones de oferta.
El libro se ocupa también de otras reformas estructurales necesarias. Vale la pena ver el caso del sistema de jubilaciones y pensiones, y de la educación universitaria. En la cuestión previsional, se reitera la propuesta de Lousteau planteada en un libro anterior, Hacia un federalismo solidario que se resume en: 1) pasar a los trabajadores de menores ingresos del sistema de capitalización al sistema de reparto para conseguir financiamiento en el sector público, 2) universalizar la cobertura con este financiamiento adicional, 3) eliminar la prestación básica universal para los trabajadores de altos ingresos que quedan en capitalización. En la educación universitaria, proponen que los estudiantes cuyos padres tengan capacidad contributiva paguen un arancel manteniendo el ingreso irrestricto. Sin duda una solución de compromiso entre sus dos profesiones: la de economista y la de política.
Sin atajos es un excelente aporte a la discusión de políticas en la Argentina. Con alguna diferenciación de las políticas en curso (sobre todo en lo que hace a reformas estructurales y manejo de corto plazo de la política cambiaria), los autores aprueban la línea general de la política económica en curso. Aunque hay algunos excesos de voluntarismo, en general los temas están tratados con profesionalismo y reconociendo las restricciones políticas. Es bueno saber que hay funcionarios, de ayer, de hoy y, seguramente, de mañana, que entienden de lo que hablan.
lunes, 12 de noviembre de 2007
Chapeau
La Nación cuenta (y lo dijo en condicional antes Clarín) que Miguel Peirano no será (sería) el ministro de economía de CFK por sus disidencias con las políticas de precios, incluyendo la destrucción del sistema estadístico nacional.
Si es así Miguel, chapeu.
PD: Y sí, mi francés apesta. Gracias Ana.
Si es así Miguel, chapeu.
PD: Y sí, mi francés apesta. Gracias Ana.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Lindenboim se suma a la "desestabilización"
Javier Lindenboim, mi profesor de Cuentas Nacionales, se suma a la "desestabilización".
lunes, 5 de noviembre de 2007
Muchnik se suma a la desestabilización
Daniel Muchnik se suma a la "desestabilización".
domingo, 4 de noviembre de 2007
Los Fernández
La historia tiene que hacerle un reconocimiento a los Fernández, Aníbal y Alberto. Como aquellos dos policías bigotudos de Tintín, son capaces de decir cualquier cosa... pero cualquier cosa.
Las últimas de Alberto no tienen desperdicio. Según Alberto, podemos corroborar que la inflación es baja porqué el Relevamiento de Expectativas de Mercado del BCRA y el FMI así lo dicen.
Que alguien le explique que los pronosticadores del REM ya no tratan de anticipar (o adivinar) la inflación. Ahora sólo buscan adivinar a Moreno. Así que el IPC estimado por el REM es la inflación reportada, no la real.
Y que alguien le explique el el FMI está obligado a tomar la inflación oficial, no puede hacer su propia medición. Y que le marque al gobierno una aceleración no entre 2007 y 2008 no es precisamente lo mejor que Alberto puede citar.
Cansa escuchar tanta barbaridad junta repartida por los medios de comunicación sin que ningún periodista sepa repreguntar (lo escuché a Fernández decirle esto a Nelson Castro y aquel se lo tragó).
Y esta no es la única operación de prensa que anda dandos vueltas pero la otra me la guardo. Me dijeron que no tenía autoridad moral para contarla...
Nota: Esta entrada fue editada.
sábado, 3 de noviembre de 2007
Encadenado
Creo que el gobierno va hacia un IPC encadenado. El IPC encadenado tiene reponderaciones mensuales de la canasta y se pensó para resolver el problema sabido del IPC: como tiene una canasta fija que se cambia con poca frecuencia (cada 2 años en EE.UU., cada 10 en Argentina) no refleja la sustitución que los consumidores hacen cuando un bien aumenta su precio. Más simple: cuando aumenta la carne se come menos carne y más pollo, pescado, arroz o lo que fuere.
Lo que el gobierno "olvida" es que el BLS calcula todos los índices: el IPC encadenado y el tradicional. Y la gente utiliza como referencia el tradicional. El encadenado prácticamente no se mira.
Además, el gobierno intentará quitarle productos con estacionalidad. En el cálculo de números índices la estacionalidad es un problema. Cuando la estacionalidad es tan fuerte que, por razones climáticas o simplemente de tendencia en el uso, el producto está presente en un mes y no en el otro en el que se quiere comparar, las soluciones técnicas existen aunque distan de ser perfectas. Me temo que lo que el gobierno hará es simplemente sacar el producto y eventualmente reemplazarlo por alguna otra cosa sin ningún criterio. Esto es usar el problema técnico como una excusa.
Y luego buscarán una canasta que refleje mejor los "consumos populares". Estos se hace en EE.UU. también donde se calcula el IPC-W (de los trabajadores) y el IPC-U (de todos los urbanos, digámoslo así). Cuanto más chica la canasta, la posibilidad de manejarla con acuerdos, persuasión y controles es mayor. El asunto, una vez más, es que todos miran el IPC-U (muy pocos no economistas saben lo que es el IPC-W y simplemente identifican al IPC-U con la inflación).
Algunas dudas:
¿los reclamos salariales mirarán la inflación reportada o la inflación estimada por sabe uno quién?
si la política anti-inflacionaria es un asunto de expectativas ¿cómo puede hacerse política anti-inflacionaria sin conseguir una medida de consenso? Uno se imagina el siguiente diálogo:
Fernández / Moreno: - te está bajando la fiebre
El gran pueblo argentino: - ¿cómo sabés?
FM: - porque sí, porque lo dice el nuevo termómetro
GPA: - pero yo me siento mal todavía
FM: - pero lo dice el nuevo termómetro
y aquí el GPA tiene dos alternativas...
1) GPA: - tenés razón, bajame la dosis de aspirina
o
2) GPA: - metete el termómetro en el tujes y dame más aspirina
Apuestas abiertas.
Lo que el gobierno "olvida" es que el BLS calcula todos los índices: el IPC encadenado y el tradicional. Y la gente utiliza como referencia el tradicional. El encadenado prácticamente no se mira.
Además, el gobierno intentará quitarle productos con estacionalidad. En el cálculo de números índices la estacionalidad es un problema. Cuando la estacionalidad es tan fuerte que, por razones climáticas o simplemente de tendencia en el uso, el producto está presente en un mes y no en el otro en el que se quiere comparar, las soluciones técnicas existen aunque distan de ser perfectas. Me temo que lo que el gobierno hará es simplemente sacar el producto y eventualmente reemplazarlo por alguna otra cosa sin ningún criterio. Esto es usar el problema técnico como una excusa.
Y luego buscarán una canasta que refleje mejor los "consumos populares". Estos se hace en EE.UU. también donde se calcula el IPC-W (de los trabajadores) y el IPC-U (de todos los urbanos, digámoslo así). Cuanto más chica la canasta, la posibilidad de manejarla con acuerdos, persuasión y controles es mayor. El asunto, una vez más, es que todos miran el IPC-U (muy pocos no economistas saben lo que es el IPC-W y simplemente identifican al IPC-U con la inflación).
Algunas dudas:
¿los reclamos salariales mirarán la inflación reportada o la inflación estimada por sabe uno quién?
si la política anti-inflacionaria es un asunto de expectativas ¿cómo puede hacerse política anti-inflacionaria sin conseguir una medida de consenso? Uno se imagina el siguiente diálogo:
Fernández / Moreno: - te está bajando la fiebre
El gran pueblo argentino: - ¿cómo sabés?
FM: - porque sí, porque lo dice el nuevo termómetro
GPA: - pero yo me siento mal todavía
FM: - pero lo dice el nuevo termómetro
y aquí el GPA tiene dos alternativas...
1) GPA: - tenés razón, bajame la dosis de aspirina
o
2) GPA: - metete el termómetro en el tujes y dame más aspirina
Apuestas abiertas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)