martes, 6 de febrero de 2007

Siempre que llovió, paró

Estaba preocupado, al menos intranquilo. Las cosas no venían bien. Ya no éramos los de antes. Peleas internas o, peor, guerras intestinas. La época del cabaret sobrevolaba peligrosamente.

Enfrente, se hacían fuertes, grandes, envalentonados con B... de Belluschi (aquel que dejamos ir por un cuarto de Gago y que vale cuatro veces Gago). Veía como el mellizo, contra natura, tenía que volantear; como Palacio era una choza y Palermo más viejo que Soho.

Y de golpe, hice click, en una página y se desplegó él, la esperanza, el más grande de los que vi (regularmente, al menos). Román. Ahora sí, el campeonato terminó.

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