Vuelve Segundo Campos, ahora mirando al Este en lugar de al Norte y reflexionando sobre los caminos que se abren: el consenso o la colisión. De un profundo, pero reflexivo, pesimismo.
Algunos extractos (pero hay que leerla entera para hacerle justicia... o ajusticiarla, lo que se quiera).
...Bloqueada, por razones tanto económicas como políticas, la posibilidad de incrementar adicionalmente la presión tributaria y cerrado el acceso al financiamiento voluntario por propia decisión, restaban al fisco dos últimos mecanismos para postergar el ajuste del gasto: la emisión monetaria y la confiscación lisa y llana de recursos...... la hoja de balance del Banco Central como expediente sistemático para relajar la restricción presupuestaria y continuar adelante con una política fiscal crecientemente insostenible. ¡¡¡Y pensar que ayer mismo otro discurso inaugural, el del Pepe Mujica, reconocía con amplia sabiduría que, muchas veces, “la macroeconomía tiene reglas ingratas, pero obligatorias”."...
... Decía allí Camou que “dos tipos de juego político asoman [ahora] como posibles, uno más cooperativo, otro de hostilidad creciente y oscuro desenlace”. El primero de ellos rescataba los intereses convergentes entre gobierno y oposición, en tanto los primeros parecían interesados en preservar el poder y los últimos en hacerse cargo del mismo en condiciones de mínima gobernabilidad. ...
... El camino alternativo, el del juego no cooperativo, tenía un final anunciado, el de una colisión en donde los costos mayores siempre los pagan los sectores más vulnerables de la sociedad. ... El juego idiota que eligió ... el matrimonio K tiene, al menos, la virtud de despejar toda incógnita: vamos con rumbo de colisión.
... En efecto, a diferencia de tantas ocasiones críticas previas, las dificultades actuales tienen mucho menos que ver ahora con una cuestión de viabilidad externa y mucho más con uno de naturaleza distributiva interna...
... Las grandes disrupciones macroeconómicas de las últimas tres décadas estuvieron, por el contrario, precedidas por configuraciones bien diferentes a la actual. En la década del ochenta, por caso, el estallido hiperinflacionario fue la consecuencia de la acumulación masiva de desequilibrios resultantes en última instancia del problema de la doble “transferencia”: la conjunción de desequilibrios estructurales en el sector externo y en el financiamiento fiscal causados por una pesada carga de la deuda. En la década siguiente esos problemas estuvieron lejos de desaparecer; pero tendieron a verse camuflados con el acceso al financiamiento voluntario en los mercados de crédito internacionales. La economía seguía exhibiendo una carga de la deuda no sostenible y generaba al mismo tiempo déficits sistemáticos en las finanzas públicas y en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Pero el ingreso neto de capitales significaba una transferencia positiva de recursos del exterior a la economía doméstica que ayudaba a postergar el reconocimiento de los problemas de solvencia. Como se recordará, dicho reconocimiento ocurrió bajo la forma de unas dramáticas crisis “trillizas” (fiscal, bancaria y de balanza de pagos) que condujeron al colapso del régimen de políticas vigente en ese período.
El cuadro cambió por completo con el inicio de la presente década: con el default de la deuda pública y su posterior reestructuración la carga del endeudamiento tendió a reducirse sustancialmente; las benignas condiciones internacionales terminaron de eliminar el problema de la transferencia externa como acuciante asunto macroeconómico....... Un quinquenio después el problema con el que vuelve a toparse la economía local es el del creciente desfinanciamiento del fisco, pero esta vez no como resultado una carga de la deuda insostenible sino como consecuencia del sesgo muy pro-cíclico de las políticas implementadas en la administración de la bonanza. ...
... pero aunque imperdonable, es perfectamente factible asistir a una dinámica macroeconómica no sostenible apoyados en el conflicto distributivo y en el financiamiento monetario de las cuentas fiscales. Lógicamente, la ausencia de apalancamiento y el bajísimo grado de intermediación financiera indican que hay relativamente poco potencial de riqueza por destruir en caso de colapso. Por otro lado, la existencia (¿??) de un importante stock de reservas internacionales y la perspectiva de un superávit continuado de la cuenta corriente señalan que habría poco espacio para una dinámica descontrolada del tipo de cambio. Todo ello debería, en principio, acotar la magnitud disruptiva y las repercusiones potenciales de un eventual episodio crítico.
Pero estas consideraciones, antes que una consolación, deberían ser motivo de profunda reflexión y angustia ciudadana. Probablemente nunca hubo en la historia macroeconómica argentina una crisis menos “necesaria” (si es que alguna lo es) en el sentido de fundarse puramente en factores de naturaleza subjetiva. En principio, no hay en la naturaleza ni en la magnitud de las distorsiones acumuladas nada que indique que los desbalances sólo puedan corregirse por medio de una crisis ineluctable. Sin embargo, el horizonte estrecho con el que parece estar funcionando el sistema político y el bajo grado de tolerancia social parecen dejar poco espacio para el optimismo.
Lo que coloca la cuestión, una vez más, en el territorio de la “economía política”. Las turbulencias que nos amenazan no son esta vez de raíz macroeconómica, aunque se presenten bajo este ropaje. Lo que está en crisis es un sistema de representación política y su reflejo en un modo desquiciado de gestionar las políticas públicas y resolver las disputas y conflictos que naturalmente se presentan en toda sociedad. El episodio que nos ocupa es el reflejo del “hondo bajo fondo” al que hemos descendido como colectivo social – y, salvo honrosas excepciones en la dirigencia, la alarmante falta de indignación cívica frente al atropello institucional perpetrado ayer es sólo un indicio más de ese declive. El contraste con el discurso que hemos escuchado ayer del otro lado del charco es, por decirlo suavemente, humillante (especialmente aquello de “Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque” o ese “Queremos una vida política orientada a la concertación y a la suma, porque de verdad queremos transformar la realidad”).
Decía Camou que una de las incógnitas de la situación es quién será el actor político capaz de pescar sus ganancias en medio de este río revuelto. Ciertamente, lo ignoro. Del examen de la historia sólo recuerdo, no obstante, que, salvo escasas excepciones, en las crisis de gran envergadura y en las debacles morales los liderazgos emergentes no han sido, precisamente, auspiciosos.
Tal vez por ser joven, pero no pierdo la esperanza de que en los próximo 20 meses surja alguien que logre canalizar esa "alarmante falta de indignación cívica frente al atropello institucional perpetrado" que no creo no exista sino que tiene serios problemas de representación.
ResponderBorrarChe... ¿hoy no hay nada del genial Caparrós?
ResponderBorrarhttp://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=38663
Como dice uno por ahí... psss.
Genérico me ganó de mano. De los mejores artículos que he leído de Caparrós.
ResponderBorrarQue asustado esta de cuarta chacras. Que se quede tranquilo, no pasa nada, simplemente un estado que recauda mas a los de su apellido, y por eso le parece insostenible...
ResponderBorrarpierdala Elemaco, pierdala tranquilo
ResponderBorrarDesearía que los argentinos, hoy, no empezáramos a hacer la cuenta de los últimos cinco minutos .
Balbin, 19-3-76
no le dieron bola, como ahora, si lo dijera, tampoco le darian bola
Completamente de acuerdo con el análisis y las conclusiones de Campos, Miguel. Desdramatiza el tema en lo inmediato -que es como debería verse sensatamente-, señala que es un conflicto sólo político (yo diría que de falta de aceptación de los K de que tienen que negociar: los van a escuchar y se va a resolver lo de corto plazo) y pone el acento en lo que verdaderamente preocupa de toda esta comedieta: la falta de visión de que lo institucional pesa tanto o más que lo económico (si hasta Krugman se ocupó de eso, en Debt is a Political Issue).
ResponderBorrarUn abrazo.
ele
ResponderBorrara esta altura del partido ya tengo cancer testicular por sobredosis de fotones de tantos iluminados que han pasado por acá
solo mencionarlo causa otra metástasis
ayj
habiendo pasado por varias megacrisis
y veterano de ambas
percibo el ambiente mas 2001 que 1976
la bronca existe, es muy profunda
pero mirando al vaso medio lleno:
en el polarizado rejunte opositor
hay mas que se vayan todos
que identificacion de una fuerza salvadora
y la violencia es anarquica y cuentapropista
Mucho mas 2001 como dice cans. No es contra el gobierno solamente. Lo de Menem con la oposición no cayo nada bien. Lo primero que hacen y la embarran
ResponderBorrarLa eterna guerra civil larvada de nuestra Argentina. Los que mentan al Uruguay o a Chile como ejemplo no parecen tener en cuenta que alla se saldo por derecha y el consenso de la clase politica es el resultado de eso. Y los discursos de Mujica son el reflejo de eso.
ResponderBorrarHoy, el rejunte opositor representa a esa derecha argenta que fracaso (por suerte para pueblo) en construir una hegemonia politica y solo cuenta con la dominacion economica a traves de las corporaciones para hacer sentir sus poderosos intereses.