Entrada seria. Demasiado seria, para mi gusto.
Vengo enfatizando, en varias entradas y comentarios, que hay un componente importante de demanda en la inflación argentina de los últimos años. Hay, también, componentes estructurales, inerciales y de puja distributiva.
En la forma no-acartonada y, a veces exagerada (por algo estas entradas se agrupan como "Exabruptos"), cuestioné la interpretación oficial que responsabiliza a los oligopolios y a los formadores de precios por la inflación.
Digo todo esto porque buenos y apreciados colegas, en comentarios y correos electrónicos, me "acusaron" (amigablemente, en su mayoría) de ignorar y desmerecer uno de los grandes logros del pensamiento económico latinoamericano: la inflación estructural.
No ignoro ni desmerezco la inflación estructural. Al contrario.
Tanto así que uno de los padres de la doctrina, Julio Hipólito Guillermo Olivera, es uno de los mejores economistas argentinos de toda la historia al que
recomiendo leer toda vez que se pueda.
En su origen, la teoría de la inflación estructural fue una importantísima reacción al dominio monetarista en la explicación de la inflación, con especial aplicación a economías latinoamericanas. Y, más importante aún, fue un antídoto a las recomendaciones de política económica contractivas asociadas a los programas de estabilización ortodoxos que, profundizaban las recesiones (situación que la gente del CEDES, por ejemplo, denominó overkill).
Un componente esencial de la inflación estructural es, por supuesto, la inflexibilidad descendente de los precios que, a su turno, puede y suele racionalizarse a partir de una imperfección de mercado.
Me cansé de enseñar la relevancia y pertinencia de la explicación estructuralista de la inflación , aún al nivel universitario más básico como el CBC, por décadas.
Habiendo dicho esto para que mis estimados colegas dejen de "acusarme", me permito agregar:
1) La inflación monetaria (que asocio, por simplicidad, a la de demanda) y la inflación estructural pueden existir en la misma organización económica, y retroalimentarse mutuamente; lo que plantea algunas cuestiones epistemológicas interesantes dado que en muchos casos una es antitética de la otra.
2) La preferencia por una explicación u otra no implica que los instrumentos de política estén determinados. En otros términos: puede ser necesario recurrir a la política monetaria para combatir la inflación estructural; y puede ser necesario recurrir a políticas estructurales para combatir la inflación monetarista. De hecho, la persistencia de la inflación sugiere la necesidad de recurrir a la mayor cantidad de instrumentos posibles cuando se trata de estabilizar.
3) La "inflación óptima" no es cero una vez que se deja de lado el supuesto de mercados perfectos o se supone inflexibilidad descendente de los precios.
4) No sabemos, a priori, cual es el nivel de inflación óptima de una economía como la argentina pero sabemos, también, que existe un nivel a partir del cual se torna dañina par el funcionamiento de la economía.
Me parece que Argentina no tiene un problema de inflación sino uno de inflaciones. Me parece también que el gobierno elije aquella explicación que le resulta políticamente conveniente y me preocupa pensar que realmente crean que la única causa de la inflación, o la dominante, es la morfología de los mercados.
Un keynesiano (y Kirchner se definió como un "neo-keynesiano") reconocería sin problemas que en el entorno de pleno empleo, no hay un problema de demanda efectiva (que no significa que no haya necesidades urgentes, básicas, insatisfechas) y que alimentar la demanda en ese entorno es inflacionario.
¿Por qué ahora tantos economistas (ortodoxos y heterodoxos) se preocupan por la inflación? Porque se aceleró en un contexto en el cual no hay
agflation. Y aunque nadie puede presumir de conocer el nivel "dañino" de inflación,
tampoco se puede presumir de conocer el nivel óptimo. Por prudencia, con una inflación superior al 20% en una economía creciendo cerca de su producto potencial, hay buenas razones para proponer cierta moderación fiscal. Y no hay señales a la vista.
PD: Por supuesto, a la propuesta de moderación fiscal sigue la acusación de que uno es insensible, quiere acabar con la asignación universal por hijo o cualquier otra política social. Es una soberana pavada. Que estas críticas provengan del gobierno, o sus admiradores, que probablemente más hizo por subsidiar a la clase media acomodada de este país (y que sólo intentó revertirlo frente al apretón fiscal y a niveles de inflación altos) es una enorme hipocresía, en el mejor de los casos.